esas décimas de segundo
hay un momento que se da muchas mañanas. son esas décimas de segundo en las que te acabas de despertar (preferentemente lo notamos si es de una forma natural) pero no asumes dónde estás.
lo único que sabes es quién eres, pero no sabes ni el tiempo que vives, ni dónde estás ni lo que tienes que hacer... no sabes nada. miras a tu alrededor y recuerdas de golpe todo. es como si el cuerpo dejase los brazos de morfeo de forma más rápida que el cerebro, que se queda atrás remoloneando. mientras, nuestro cuerpo espabila todos sus sentidos para responder al tropel de preguntas que se le plantean de repente.
luego todo vuelve a la realidad y nos volvemos a sentir seguros. sabemos qué día es, dónde estás durmiendo, lo que tienes que hacer ese día... lo sabes todo. o al menos todo lo necesario para empezar un nuevo día.
pero esos instantes, esas décimas de segundo, ese lapso de tiempo casi imperceptible... tienen una magia especial porque estás tú luchando contra lo desconocido. ansías saberlo todo, centrarte... por miedo a todo lo que no sabes en ese momento. ¿podríamos vivir así siempre? o, si eso no es posible físicamente, al menos que no se dé sólo cuando desconocemos nuestra ubicación espacio-temporal. que tengamos ganas de conocer a quienes nos son ajenos, de saber lo que no hemos oído nunca, de comprender lo que ni nos habíamos planteado.
esa curiosidad, la que mató al gato, también es la que ha hecho que el hombre no viva en cavernas ni tenga que salir a cazar y que no muera a los 30 años de viejo. lamentablemente, hay otra parte de la Humanidad que no tiene esa curiosidad sino que vive en la apatía o, lo que es peor, en la vanidad. y ahí está el problema. cuando el dinero es más importante que el conocimiento.
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