un relato
- “Hubo una vez un héroe que hizo un gran favor a Zeus. Cuando le llegó la hora de la muerte, paseando por las grises ciénagas del Infierno, invocó a Zeus, recordándole aquel favor y pidiendo otro a cambio: pidió volver a la Tierra un solo día.
Afligiose mucho Zeus y dijo que no obraba en su poder concederle tal favor, pues ni siquiera él podía devolver a la Tierra a los muertos que habían descendido al reino de su hermano. Mas el recuerdo del pasado emocionaba tanto a Zeus que fue al palacio de su hermano y, abrazándose a sus rodillas, le rogó que le concediera ese favor. Afligiose mucho el Rey de los Muertos y dijo que incluso él, que era Rey de los Muertos, no podía conceder el regreso a la vida sin imponer alguna condición difícil y dolorosa.
Pero el héroe aceptó gustoso cualquier condición, por difícil y dolorosa que fuera, y el Rey de los Muertos le permitió volver no solo a la Tierra, sino al pasado, y vivir de nuevo aquel de los veintidós mil días de su vida que hubiera sido menos rico en acontecimientos; mas debía ser con una misma consciencia dividida en dos personas, el participante y el observador: el participante que realiza las acciones y pronuncia las palabras de tanto tiempo atrás, y el observador que conoce el final. El héroe regresó pues a la luz del sol y a cierto día de su decimoquinto año de vida.
Cuando despertó en su estancia de muchacho, el dolor llenó su corazón, no solo porque había vuelto a latir, sino porque vio los muros de su casa y supo que al momento vería a sus padres que yacían desde hacía tanto tiempo en aquella Tierra. Bajó al patio. Su madre alzó los ojos del telar, lo saludó y volvió a su quehacer. Su padre atravesó el patio con la mirada perdida, pues aquel día su mente estaba absorta en mil preocupaciones. De pronto vio el héroe que también los vivos están muertos y que sólo se puede decir que vivimos en aquellos momentos en los que nuestros corazones son conscientes de nuestro tesoro; pues nuestros corazones no son lo bastante fuertes para amar cada momento.
Y no había transcurrido siquiera una hora cuando el héroe que a la vez veía y vivía la vida imploró a Zeus que lo liberase de tan terrible sueño. Los dioses oyeron sus súplicas, pero antes de partir, el héroe se postró en el suelo y besó la tierra de este mundo demasiado preciado para poder entenderlo.”.
(Citado por Thornton Wilder en 'La mujer de Andros').
este relato lo he sacado de un blog que hay en elmundo.es
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